Análisis de política exterior y defensa, Observatorio de Bolivia, CAEI, Primavera Sur, 2012.
El gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia se encuentra en un proceso de modernización de las Fuerzas Armadas con el fin de ponerlas a tono con el nuevo tipo de Estado y de gobierno que busca consolidar Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS). Sin embargo, tal proceso se ha venido caracterizando por una serie de discursos oficiales o pronunciamientos sobre el deber ser de las Fuerzas Armadas en contraste con una realidad de necesidades de la defensa que demandan reformas para el redireccionamiento estratégico de la institución castrense. Justamente, el trimestre septiembre-noviembre de 2012 da cuenta de las acciones adelantadas en esta materia, ligadas a los desafíos de la política interna y externa de Bolivia.
Para analizar y significar esta fenomenología es necesario empezar por caracterizar las Fuerzas Armadas Bolivianas, con el fin de identificar con qué institución cuenta hasta la fecha el gobierno de Morales para avanzar en el proceso de modernización. La nueva Constitución Política del Estado de Bolivia (febrero de 2009), en su título séptimo, artículos 207 al 214, define el régimen de las Fuerzas Armadas, señalando, entre otros, su constitución orgánica por el Comando en jefe, Ejército, Fuerza Aérea, Fuerza Naval (Art. 207) y su misión de defensa y conservación de la independencia nacional, la seguridad y estabilidad de la República y el honor y soberanía nacionales, así como asegurar el imperio de la Constitución, garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido y cooperar en el desarrollo integral del país (Art. 208). Las tres fuerzas bolivianas tienen entre 40.000 y 50.000 integrantes, de los cuales 700 son oficiales y entre 30 y 40 son generales. Cabe anotar que el enfoque que la nueva Constitución imprimió sobre las Fuerzas Armadas, busca distanciarlas de un pasado de autoritarismo así como también adecuarlas a un gobierno democrático popular (indigenista) que respete los derechos humanos y defienda la soberanía nacional.
En teoría, los militares en los Estados-nación modernos se encargan de la defensa ante agresiones externas y de todo aquello que represente una amenaza contra la soberanía nacional, siendo concebidas como un aparato de guerra entrenado y formado para el combate de fuerzas exteriores. Pero en la realidad latinoamericana, las Fuerzas Armadas no solo tienen un antecedente negativo de autoritarismo durante las dictaduras civiles y militares sino que también cargan con el desdibujamiento de su misión institucional al intervenir en los campos de la política (“guardianes del orden”) y en labores propias de la seguridad interior (policialización), hoy frente amenazas cada vez más difusas como el narcotráfico y el crimen organizado. Así las cosas, la modernización de las Fuerzas Armadas Bolivianas tiene un referente constitucional que soporta una misión por desarrollar frente a una realidad desafiante, puesto que exige una apuesta de reforma integral al compás de un gobierno con el reto de institucionalizar un proceso de cambio sin precedentes en la historia boliviana.
Frente a ello, el gobierno de Evo Morales ha manejado un discurso antimperialista y anticapitalista que pretende convertir en parte de la nueva doctrina de las Fuerzas Armadas. El discurso “anti”, como parte de la política de Morales, pretende definir como principal amenaza externa el imperialismo norteamericano -muy en la línea de los gobiernos del ALBA-, visión que se enmarca en la reedición de la idea del enemigo externo de la Guerra Fría. Por otro lado, el anticapitalismo como doctrina militar tiende a ser más una visión prospectiva que una realidad presente, puesto que en la práctica lo que hacen las Fuerzas Armadas es cooperar en el desarrollo integral (capitalista) del país, eso sí, dentro de la perspectiva del socialismo del siglo XXI; no obstante, es preciso señalar que las Fuerzas Armadas han sido indispensables en el proceso de nacionalización de hidrocarburos y demás sectores estratégicos, único aspecto por el que se les podría denominar anticapitalistas, aunque quedarían mejor signadas como una institución con visos nacionalistas.
Pero más allá del discurso en el trimestre septiembre-noviembre 2012 el gobierno boliviano avanzó en una serie de acciones que se pueden entender como parte de un serio proceso de modernización. En relación al desarrollo de la misión constitucional y a la definición de un nuevo rol para las Fuerzas Armadas, se avanza en la adquisición de capacidades operativas, al mantener una inversión presupuestal considerable a pesar de que el porcentaje del gasto en defensa siga siendo bajo en relación con el gasto militar de la región. El gobierno prevé invertir en bienes y servicios para las Fuerzas Armadas 100 millones de bolivianos, continuar con la política de cooperación y acuerdos bilaterales para la lucha contra el narcotráfico con países como Brasil (quien donó cuatro helicópteros), avanzar en la lucha contra la trata y tráfico de personas, así como incrementar el número de miembros, buscando también diseñar a través de la cúpula miliar un plan para el futuro de las Fuerzas Armadas para el año 2025.
Otro frente de operación en seguridad y defensa son las fronteras. Un logro destacable es la mayor presencia en las zonas fronterizas, garantizando el ejercicio de la soberanía y el control territorial en territorios anteriormente descuidados, no solo por falta de efectivos sino por el abandono social de los gobiernos anteriores, aspecto pro desarrollista en el cual también se ha venido involucrando a los militares. Así mismo, se busca la internacionalización de las Fuerzas Armadas a través de su participación en misiones de paz como la recientemente finalizada en Haití, cuya experiencia se pretende replicar en el plano interno, adelantando acciones de formación para asumir la “nueva” amenaza de los desastres naturales, aunque aún siga haciendo falta avanzar en acciones para la profesionalización desde una reforma a la educación militar.
Sin embargo, se avizoran algunos peligros en los cuales el gobierno puede caer: el uso de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad interna, como la lucha contra la delincuencia común y su participación en la recuperación del orden social como sucedió en la pasada intervención militar en la población de Challapata contra grupos de contrabandistas, situaciones proclives a desmanes erosionadores de la legitimidad de la institución militar y del propio gobierno. No obstante, se debe reconocer que difícilmente esta situación cambiará dado que por la escases de la fuerza disponible en el cuerpo de policía y lo difícil que es para el gobierno mantener el orden público frente a la volatilidad de la movilización social, se hace necesario para el régimen el uso de los militares en labores que no son de su competencia directa.
En conclusión, la modernización de las Fuerzas Armadas del Estado Plurinacional de Bolivia es un proceso que avanza de la mano con el conjunto de acciones de política pública que adelanta el gobierno para institucionalizar el cambio que le permitió a Morales llegar al poder. La modernización se evidencia en un discurso de ruptura con la institución militar tradicional heredera del autoritarismo, que se proyecta contra el imperialismo norteamericano desde una postura nacionalista comprometida con la defensa de la soberanía, los recursos naturales y el desarrollo integral. La modernización asume un papel en pro de un proyecto de nación, frente a unas realidades específicas de defensa del territorio en zonas de frontera, acción contra la criminalidad y adecuación de la fuerza para dar respuesta a los desafíos de la seguridad y la defensa nacional. No obstante, el discurso y la realidad no siempre suelen encontrarse, por lo menos deben acercarse más para que, en este caso, el proceso de modernización obtenga los frutos necesarios hacia la consolidación democrática del país andino.
Publicado en: http://caei.com.ar/sites/default/files/bolivia_28.pdf
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