Datos Personales

Colombia
Politólogo-Investigador de la Universidad Nacional de Colombia. Magister en Relaciones Internacionales con mención en Negociaciones Internacionales y Manejo de Conflictos,Universidad Andina Simón Bolívar.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

UN ESQUEMA ANALÍTICO DE LAS RELACIONES BILATERALES DE BOLIVIA DESDE EL NEORREALISMO


El neorrealismo en la disciplina de las Relaciones Internacionales es una tradición teórica que pretende explicar el desarrollo de la política internacional a partir de variables como la soberanía, el poder, la seguridad y la integridad territorial, ligadas al Estado como objeto referente por excelencia. Para el análisis de la política exterior y la defensa, este enfoque estructural ofrece una perspectiva que pone el acento en factores objetivos en el desempeño del gobierno de turno, quien tiene la obligación de movilizar los recursos de poder del Estado en pro de los intereses nacionales en medio de un entorno internacional anárquico donde la maximización de beneficios en las transacciones políticas con otros Estados o actores internacionales, determinan su éxito o fracaso en un contexto altamente transnacionalizado. En el caso de la política exterior y la defensa de Bolivia, la tradición neorrealista servirá para evaluar la capacidad de gestión del gobierno de Evo Morales en sus relaciones bilaterales, tomando como referente las variables anteriormente enunciadas para el trimestre marzo-mayo de 2013. 

Por relaciones bilaterales se entenderá aquí aquellas interacciones en las que intervienen únicamente dos  actores internacionales, sean estos Estados, instituciones internacionales o bloques de Estados cuando éstos  se presentan bajo una sola vocería. Retomando lo planteado en resignificaciones precedentes las relaciones bilaterales pueden considerarse en dos niveles: pri mero, el nivel regional en donde se incluyen las relaciones con países fronterizos, aliados estratégicos y Esta dos rivales; y segundo, el nivel geopolítico, el cual se  encuentra definido por las relaciones establecidas con distintos Estados en cada continente o región del mundo. De esta manera tenemos un esquema analítico aplicable a las relaciones bilaterales de Bolivia.


Seguir leyendo en: Observatorio de Bolivia No. 30, Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI), disponible en: http://caei.com.ar/sites/default/files/bolivia_30.pdf

 

martes, 26 de noviembre de 2013

VIABILIDAD DE LA PERSPECTIVA INDÍGENA COMO PIVOTE DE LA POLÍTICA EXTERIOR BOLIVIANA


El 21 de enero de 2006, el presidente electo Evo Morales Ayma fue nombrado “Apu Mallku” (líder supremo) de los pueblos indígenas de América Latina en una gran ceremonia ancestral a la que asistieron
representantes de distintas naciones y pueblos indígenas de América y el mundo. En un Estado siempre dominado por las “élites blancas”, fue proclamado con emoción el inicio de un proceso de descolonización validado electoralmente con la mayoría absoluta en las votaciones a favor del proyecto indigenista de Evo Morales, representante popular de la coalición indígeno-campesina.

Hoy, tras más de siete años en el poder, luego de superar fuertes crisis de gobernabilidad como las amenazas de autonomización de regiones y la intensa convulsión social, el gobierno socialista-indigenista del Movimiento Al Socialismo (MAS) se mantiene en el poder buscando implementar nuevas reformas que permitan institucionalizar el cambio propuesto.

Ahora bien, “lo indígena” hace parte de todos los discursos políticos del gobierno boliviano. Mediante este dispositivo, Evo Morales ha logrado instaurar un régimen político de ruptura con el neoliberalismo y que en materia de política exterior, avanza hacia el establecimiento y definición de un perfil diplomático. Con su tono postcolonialista -por el marcado acento en la necesidad de recuperar el lugar de los pueblos ancestrales- y anticapitalista –caracterizado por la crítica al sistema capitalista- el gobierno izquierdista boliviano, sin duda alguna ha manejado una política exterior que justamente recuperó el carácter indígena mayoritario del pueblo boliviano....

Seguir leyendo en: Observatorio de Bolivia No. 29, Centro Argentino de Relaciones Internacionales (CAEI), disponible en: http://caei.com.ar/sites/default/files/bolivia_verano_2013_0.pdf

domingo, 19 de mayo de 2013

PROPOSICIÓN PARA UNA ÚNICA CONTRIBUCIÓN DE LAS FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA AL PROCESO DE PAZ:El tema de la eventual desmovilización de las fuerzas guerrilleras de las FARC-EP


Como suelen hacer los cientistas sociales, vamos a suponer algo –un escenario- con el fin de hacer un ejercicio académico que tiene la franca pretensión de incitar al debate y, sobre todo, al posicionamiento político de todo aquel que se sienta aludido o interesado por el tema. Supongamos que:

1.      Se avanza diligentemente en los temas de la agenda del así llamado “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”.

2.      Se llega al tercer tema “Fin del conflicto” y se discute el segundo punto referente a la “Dejación de las armas. Reincorporación de las FARC-EP a la vida civil – en lo económico, lo social y lo político -, de acuerdo a sus intereses”.

3.      Se obtiene un acuerdo general en este tema: las FARC-EP dejan las armas y se reincorporan a la vida civil.  

Hasta aquí los supuestos. Respecto a los supuestos de los numerales 1 y 2, es poco lo que hoy puede afirmarse con certeza, solo que se mantienen las “conversaciones directas e ininterrumpidas” y, al parecer, no se ha llegado al tercer tema. Así las cosas, el supuesto enunciado en el numeral 3 es solo un escenario factible que, no obstante, merece la discusión académica y política. Esto es lo que se propone en esta columna.

La “historia patria” es un recurso que ofrece elementos interesantes para el debate, a partir de lecciones aprendidas sobre los anteriores procesos de desmovilización. El Estado colombiano, si bien nunca ha tenido el monopolio absoluto del uso de la violencia legítima, ha sabido resolver -parcialmente- por vías negociadas, recurrentes enfrentamientos armados en donde grupos irregulares alzados en armas, en el postconflicto: se involucraron en la sociedad nacional como cualquier otra agrupación civil o como simples ciudadanos en ejercicio; mantuvieron su irregularidad en nuevos grupos ilegales; o terminaron incorporándose a las Fuerzas Militares del Estado. Esto sucedió tras el fin de las guerras civiles en el siglo XIX, las insurrecciones bolcheviques, la violencia bipartidista, las repúblicas independientes, entre otros episodios históricos.   

Bajo estos precedentes, haciendo caso omiso a otros bemoles del proceso de paz, incorporemos a las Fuerzas Militares de Colombia como la institución más implicada. Hasta ahora, su participación institucional en el proceso de paz ha sido casi nula y por las declaraciones del alto mando militar y del Ministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, no parecen muy complacidas con la idea de negociar, tras dos periodos presidenciales en los cuales no dejaron de sostener el discurso de la “derrota absoluta del terrorismo”, el “fin del fin”, la “postvictoria”… idea que tuvo su asidero en los notables golpes propinados a las FARC-EP en aquel entonces. Igualmente, es comprensible que las Fuerzas Armadas demuestren así su compromiso con el país y la firmeza de su misión institucional; no obstante, cabe hacerles una pregunta: ¿cuál sería su posición frente a los excombatientes tras una eventual desmovilización de las fuerzas guerrilleras de las FARC-EP?  

La pregunta por la dejación de las armas y la reincorporación de las FARC-EP a la vida civil, tiene muchas aristas que van más allá del plano militar como el asunto de su inclusión en lo económico, lo social y lo político, para evitar los dos errores centrales de los procesos anteriores: dejar semillas para la próxima confrontación violenta y/o la incorporación disfuncional (delictiva) de los excombatientes a la sociedad. Frente a ello, una propuesta que se debe barajar en la mesa de negociaciones, al interior de la institución militar y en la sociedad entera, es la incorporación del grueso de la fuerza guerrillera al cuerpo de las Fuerzas Armadas del Estado, una opción que permitiría plantear una estrategia inédita de lucha contra el narcotráfico y las demás formas de criminalidad.

Y aunque esta es una única y expresa contribución a pedir para el proceso de paz a las Fuerzas Militares de Colombia, tal proposición exige de voluntad política, legalidad y confianza, exigencias cuasi-filosóficas abstractas que no dejan de parecer un planteamiento ingenuo y poco realista. Sin embargo, es un escenario factible que merece ser planteado, así demande un alto grado de madurez política de las partes para aceptar darle un chance al “enemigo”, una institucionalidad fuerte capaz de cumplir con los compromisos adquiridos y el respaldo social necesario para posicionar el proceso, requisitos extraños para un país conservador con aversión a asumir los riesgos necesarios para un cambio que sea plasmado en un acuerdo político para una paz duradera.   

domingo, 17 de febrero de 2013

LA MODERNIZACIÓN DE LAS FUERZAS ARMADAS BOLIVIANAS: Discurso y realidad

Análisis de política exterior y defensa, Observatorio de Bolivia, CAEI, Primavera Sur, 2012.

El gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia se encuentra en un proceso de modernización de las Fuerzas Armadas con el fin de ponerlas a tono con el nuevo tipo de Estado y de gobierno que busca consolidar Evo Morales y el Movimiento al Socialismo (MAS). Sin embargo, tal proceso se ha venido caracterizando por una serie de discursos oficiales o pronunciamientos sobre el deber ser de las Fuerzas Armadas en contraste con una realidad de necesidades de la defensa que demandan reformas para el redireccionamiento estratégico de la institución castrense. Justamente, el trimestre septiembre-noviembre de 2012 da cuenta de las acciones adelantadas en esta materia, ligadas a los desafíos de la política interna y externa de Bolivia.

Para analizar y significar esta fenomenología es necesario empezar por caracterizar las Fuerzas Armadas Bolivianas, con el fin de identificar con qué institución cuenta hasta la fecha el gobierno de Morales para avanzar en el proceso de modernización. La nueva Constitución Política del Estado de Bolivia (febrero de 2009), en su título séptimo, artículos 207 al 214, define el régimen de las Fuerzas Armadas, señalando, entre otros, su constitución orgánica por el Comando en jefe, Ejército, Fuerza Aérea, Fuerza Naval (Art. 207) y su misión de defensa y conservación de la independencia nacional, la seguridad y estabilidad de la República y el honor y soberanía nacionales, así como asegurar el imperio de la Constitución, garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido y cooperar en el desarrollo integral del país (Art. 208). Las tres fuerzas bolivianas tienen entre 40.000 y 50.000 integrantes, de los cuales 700 son oficiales y entre 30 y 40 son generales. Cabe anotar que el enfoque que la nueva Constitución imprimió sobre las Fuerzas Armadas, busca distanciarlas de un pasado de autoritarismo así como también adecuarlas a un gobierno democrático popular (indigenista) que respete los derechos humanos y defienda la soberanía nacional.

En teoría, los militares en los Estados-nación modernos se encargan de la defensa ante agresiones externas y de todo aquello que represente una amenaza contra la soberanía nacional, siendo concebidas como un aparato de guerra entrenado y formado para el combate de fuerzas exteriores. Pero en la realidad latinoamericana, las Fuerzas Armadas no solo tienen un antecedente negativo de autoritarismo durante las dictaduras civiles y militares sino que también cargan con el desdibujamiento de su misión institucional al intervenir en los campos de la política (“guardianes del orden”) y en labores propias de la seguridad interior (policialización), hoy frente amenazas cada vez más difusas como el narcotráfico y el crimen organizado. Así las cosas, la modernización de las Fuerzas Armadas Bolivianas tiene un referente constitucional que soporta una misión por desarrollar frente a una realidad desafiante, puesto que exige una apuesta de reforma integral al compás de un gobierno con el reto de institucionalizar un proceso de cambio sin precedentes en la historia boliviana.

Frente a ello, el gobierno de Evo Morales ha manejado un discurso antimperialista y anticapitalista que pretende convertir en parte de la nueva doctrina de las Fuerzas Armadas. El discurso “anti”, como parte de la política de Morales, pretende definir como principal amenaza externa el imperialismo norteamericano -muy en la línea de los gobiernos del ALBA-, visión que se enmarca en la reedición de la idea del enemigo externo de la Guerra Fría. Por otro lado, el anticapitalismo como doctrina militar tiende a ser más una visión prospectiva que una realidad presente, puesto que en la práctica lo que hacen las Fuerzas Armadas es cooperar en el desarrollo integral (capitalista) del país, eso sí, dentro de la perspectiva del socialismo del siglo XXI; no obstante, es preciso señalar que las Fuerzas Armadas han sido indispensables en el proceso de nacionalización de hidrocarburos y demás sectores estratégicos, único aspecto por el que se les podría denominar anticapitalistas, aunque quedarían mejor signadas como una institución con visos nacionalistas.

Pero más allá del discurso en el trimestre septiembre-noviembre 2012 el gobierno boliviano avanzó en una serie de acciones que se pueden entender como parte de un serio proceso de modernización. En relación al desarrollo de la misión constitucional y a la definición de un nuevo rol para las Fuerzas Armadas, se avanza en la adquisición de capacidades operativas, al mantener una inversión presupuestal considerable a pesar de que el porcentaje del gasto en defensa siga siendo bajo en relación con el gasto militar de la región. El gobierno prevé invertir en bienes y servicios para las Fuerzas Armadas 100 millones de bolivianos, continuar con la política de cooperación y acuerdos bilaterales para la lucha contra el narcotráfico con países como Brasil (quien donó cuatro helicópteros), avanzar en la lucha contra la trata y tráfico de personas, así como incrementar el número de miembros, buscando también diseñar a través de la cúpula miliar un plan para el futuro de las Fuerzas Armadas para el año 2025.

Otro frente de operación en seguridad y defensa son las fronteras. Un logro destacable es la mayor presencia en las zonas fronterizas, garantizando el ejercicio de la soberanía y el control territorial en territorios anteriormente descuidados, no solo por falta de efectivos sino por el abandono social de los gobiernos anteriores, aspecto pro desarrollista en el cual también se ha venido involucrando a los militares. Así mismo, se busca la internacionalización de las Fuerzas Armadas a través de su participación en misiones de paz como la recientemente finalizada en Haití, cuya experiencia se pretende replicar en el plano interno, adelantando acciones de formación para asumir la “nueva” amenaza de los desastres naturales, aunque aún siga haciendo falta avanzar en acciones para la profesionalización desde una reforma a la educación militar.

Sin embargo, se avizoran algunos peligros en los cuales el gobierno puede caer: el uso de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad interna, como la lucha contra la delincuencia común y su participación en la recuperación del orden social como sucedió en la pasada intervención militar en la población de Challapata contra grupos de contrabandistas, situaciones proclives a desmanes erosionadores de la legitimidad de la institución militar y del propio gobierno. No obstante, se debe reconocer que difícilmente esta situación cambiará dado que por la escases de la fuerza disponible en el cuerpo de policía y lo difícil que es para el gobierno mantener el orden público frente a la volatilidad de la movilización social, se hace necesario para el régimen el uso de los militares en labores que no son de su competencia directa.

En conclusión, la modernización de las Fuerzas Armadas del Estado Plurinacional de Bolivia es un proceso que avanza de la mano con el conjunto de acciones de política pública que adelanta el gobierno para institucionalizar el cambio que le permitió a Morales llegar al poder. La modernización se evidencia en un discurso de ruptura con la institución militar tradicional heredera del autoritarismo, que se proyecta contra el imperialismo norteamericano desde una postura nacionalista comprometida con la defensa de la soberanía, los recursos naturales y el desarrollo integral. La modernización asume un papel en pro de un proyecto de nación, frente a unas realidades específicas de defensa del territorio en zonas de frontera, acción contra la criminalidad y adecuación de la fuerza para dar respuesta a los desafíos de la seguridad y la defensa nacional. No obstante, el discurso y la realidad no siempre suelen encontrarse, por lo menos deben acercarse más para que, en este caso, el proceso de modernización obtenga los frutos necesarios hacia la consolidación democrática del país andino.

Publicado en: http://caei.com.ar/sites/default/files/bolivia_28.pdf


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