Publicado en: Observatorio de Bolivia No. 31,
Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI), en: http://caei.com.ar/sites/default/files/bolivia_invierno_2013.pdf
La cooperación internacional
para el desarrollo se encuentra constituida por un conjunto de acciones
provenientes de distintos actores que convergen en una intervención acordada
sobre un campo de interés común. Para un país con las características de
Bolivia, respecto al cual baste decir que presenta una sociedad con presencia
de déficit de desarrollo pero a su vez con un gobierno progresista que se
encuentra adelantando políticas que aspiran a lograr un cambio estructural, la
cooperación representa un valioso instrumento para apalancar estrategias que
hacen parte de su propio modelo de desarrollo.
Pero para que la cooperación
internacional para el desarrollo en Bolivia sea una verdadera herramienta
complementaria para afianzar el modelo de desarrollo endógeno impulsado por Evo
Morales, es preciso contar con una lectura del significado de ésta en el actual
orden internacional. Con base en lo anterior, es posible identificar cómo se ha
venido presentado la cooperación internacional para el desarrollo en la
fenomenología del trimestre comprendido entre junio y agosto de 2013, con el
fin de evaluar y exponer algunas recomendaciones de orientación de la política
exterior boliviana en la materia.
Respecto a la cooperación para
el desarrollo, un trabajo de investigación de la Universidad Nacional de
Colombia (Madrigal et al., 2009), al
presentar algunos de sus aspectos generales, señaló que la idea sustancial de
ésta es “la convergencia para lograr una mejor situación de los países menos
desarrollados”, siendo requisito la existencia de motivaciones comunes que
fundamenten acciones “bajo la idea de un beneficio mutuo y a la vez que
compartan un mismo horizonte de sentido sobre el desarrollo”, aunque en la
práctica histórica la cooperación para el desarrollo “ha sido concebida más
como una ayuda que como un verdadero proyecto para acortar la distancia”[1] en
la relación entre dotantes y receptores.
El mismo trabajo apunta cómo el
origen de la cooperación para el desarrollo se ubica en la segunda postguerra,
propio del contexto de la confrontación de bloques en el orden bipolar, siendo
discursivamente “una iniciativa voluntaria y generosa” cuyo trasfondo real fue,
especialmente para el caso latinoamericano, su uso como instrumento para atraer
países a una de las dos áreas de influencia. Aunque esta lectura correspondía
mejor a la época de la Guerra Fría, para el gobierno boliviano se mantiene
vigente para el caso de los Estados Unidos, potencia de la que Bolivia ha
tomado distancia, aprovechando las oportunidades del orden internacional
multilateral.
Sin perder de vista estos
antecedentes, la coyuntura de la política exterior y de defensa del gobierno de
Evo Morales, viene mostrando una activa utilización de la cooperación
internacional para el desarrollo a través de disímiles actores que abarca
Estados, instituciones financieras internacionales (IFI), agencias
especializadas (ONU) y bloques de integración en distintos campos de
cooperación. Justamente, la presencia de esta realidad se verifica y destaca en
la fenomenología correspondiente al trimestre junio-agosto de 2013, la cual
atenderá aquellos actores y campos de cooperación internacional para el
desarrollo aprovechados por Bolivia.
En primer lugar, fruto de una
activa política de intensificación de relaciones bilaterales, el gobierno
boliviano ha suscrito un conjunto de convenios de cooperación con distintos
estados en el mundo entero. Con estos actores se ha priorizado la cooperación
en seguridad y defensa, la cooperación para el desarrollo de la industria, el
intercambio de experiencias exitosas y de políticas públicas. Se debe subrayar
los alcances de la cooperación en seguridad y defensa en tanto ésta tiene un
amplio campo de aplicación (seguridad ciudadana, lucha contra el crimen
organizado, migración, la trata de personas, etc.) que ha dotado al Estado de
una institucionalidad de la que carecía, a través de alianzas con países
desarrollados (Rusia para la dotación en defensa y China para la seguridad
pública) y de la región (seguridad fronteriza).
En segundo lugar, las
instituciones financieras internacionales (IFI) parecen estar superando la
distancia y el límite impuesto por la ideología del socialismo del siglo XXI
que las sancionaba como las culpables de la situación de subdesarrollo de los
países de la periferia capitalista. Contrariamente, la Bolivia de hoy está
suscribiendo acuerdos de cooperación para financiar el desarrollo de la
infraestructura, saneamiento básico y para la industrialización de productos
andinos. Instituciones como el Banco Mundial (BM), CAF-
Banco de Desarrollo de América Latina y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola
(FIDA), han sido entes cooperantes a través de la entrega de préstamos o
recursos reembolsables y no reembolsables con niveles mínimos de condicionalidad.
Como una muestra de este tipo
de cooperación financiera en el trimestre analizado, se ubica un importante
acuerdo de entendimiento entre el gobierno de Bolivia y el Banco Mundial (BM),
a través de su
presidente Jim Yong Kim, bajo el que el organismo
comprometió un crédito de hasta 150 millones de dólares para financiar
proyectos productivos en Bolivia el próximo año. De igual manera, el gerente
del Sector de Política Económica en América Latina del Banco Mundial (BM),
Auguste Kouamé, comprometió el apoyo económico de ese organismo para erradicar
la extrema pobreza en Bolivia hasta el 2025, una de las metas inscritas en la
Agenda Patriótica del Bicentenario, lo cual indica que el gobierno es quien
decide sobre qué campos o temas recibe la cooperación como mecanismo de
financiamiento de su propio modelo de desarrollo. No obstante, la recomendación
es aprovechar al máximo este tipo de financiación “sembrando la cooperación” en
proyectos sostenibles y no depender exclusivamente de este tipo de recursos
sino en lo posible buscar recursos propios y fuentes complementarias.
Un tercer actor son las agencias
especializadas de la ONU quienes por el perfil socio-económico del país,
siempre han hecho presencia en el país andino. Aunque no se cuente con un
estudio sobre su aporte al mejoramiento de los indicadores para medir la
pobreza y el desarrollo, se conjetura que los programas y proyectos de estas
agencias especializadas son en parte responsables de algunos logros. Respecto a
esto último, un total de 860.448 bolivianos abandonaron la extrema pobreza en
los últimos once años (2001-2012), indicador revelado por Álvaro García Linera,
basado en los registros del INE y de la Udape. Así, en términos porcentuales,
la reducción de la extrema pobreza fue de 17,19%, al pasar del 38,80%
(3.210.438 personas) en 2001 a 21,61% (2.349.990 personas) el año pasado.
El elemento diferencial del
gobierno de Morales es la preocupación por vincular la cooperación técnica que
ofrecen estas agencias a las metas de su modelo de desarrollo. Lo anterior se
facilita por la coincidencia entre la concepción del desarrollo del proyecto
político indigenista y el enfoque de desarrollo humano de la ONU, los cuales,
aunque puedan discrepar, tienen puntos de encuentros en materia de derechos
humanos y políticas públicas desde la generación de capacidades, como lo vienen
haciendo en los campos de la salud, la educación y el desarrollo rural a través
de las agencias especializadas competentes.
Un cuarto y último actor son los bloques de integración a los que
pertenece Bolivia y, por otro lado, el bloque estratégico de la Unión Europea
(UE). Mientras que la CAN y el MERCOSUR constituyen plataformas de integración y
cooperación técnica para temas derivados del comercio intrarregional y para
facilitar la explotación de recursos minero-energéticos (v.g. el caso del gas
con la cooperación con Argentina y Uruguay), bloques más “políticos” como el
ALBA y la UNASUR ofrecen la posibilidad de fortalecer capacidades para el
desarrollo vía realización de cumbres, foros y encuentros, constituyendo
espacios en donde se producen importantes líneas de orientación política e
ideológica que el gobierno izquierdista bien puede aprovechar para mantener la
legitimidad interna y el respaldo internacional del régimen político como quedó
demostrado con las muestras de solidaridad tras la negación del sobrevuelo del
avión presidencial cuando retornaba de Rusia a Bolivia por parte de las
autoridades de Francia, Portugal e Italia.
Mención aparte merece la Unión
Europea (UE), cuyo apoyo al desarrollo es de vital importancia para el gobierno
dada la amplitud de campos de cooperación y el significado político de su
respaldo para hacer contrapeso al desplazamiento de la potencia estadounidense,
en particular por sus recursos para la lucha antidroga, cooperación que se anunció
fortalecer con 33,3 millones de dólares, más de 25.000.000 euros. Justamente, el
representante de la Unión Europea (UE) en Bolivia, Timothy Torlot, precisó que
ese organismo internacional cooperó a Bolivia con cerca de 320 millones de
dólares en siete años, ayuda económica que aumentará en 17%, pasando de 241
millones de euros (cerca de $us 321,86 millones) a 281 millones de euros ($us
375,28 millones) para el periodo 2014-2020, según anunció Andris Piebalgs, Comisario
de la Unión Europea para la Cooperación al Desarrollo.
Para finalizar, se colige que la
cooperación internacional para el desarrollo en la Bolivia de Morales es un
componente vital de la política exterior y de defensa del gobierno y constituye
una ventana de oportunidad única para afianzar un modelo de desarrollo integral
boliviano. La riqueza de actores cooperantes y de campos de aplicación
evidencia que el activismo exterior del gobierno ha dado resultado.
Sin embargo, la cooperación no
puede de ninguna manera alejarse de la concepción de desarrollo propio y de la
meta fijada en consolidar el cambio estructural, razón por la cual se debe
insistir en el mejoramiento de las capacidades técnico-políticas de la
institucionalidad pública para que se desarrolle un sentido de defensa del
interés nacional que continúe agenciando el desarrollo.
De igual manera, los referentes
de cambio -tan en boga en el gobierno y en la sociedad boliviana- deben
contribuir a superar la visión cortoplacista y anodina frente a las
potencialidades del país, puesto que “Bolivia ha dejado de ser el país más pobre
de Sudamérica”. Se debe ir más allá, incluso diseñar una estrategia para que
Bolivia no solo sea un país receptor de la cooperación internacional para el
desarrollo sino también otro actor cooperante (a través de sus experiencias en
microcrédito, el modelo de inclusión, el esquema de
diversificación productiva en las zonas tradicionalmente cocaleras, la
investigación en alimentos endógenos, la justicia indígena, etc.) con un perfil
internacional propio y con toda la capacidad de hacer frente a los desafíos del
siglo XXI.
[1]
Madrigal, Alexander et al., “LA AGENDA
GLOBAL CONTRA EL HAMBRE EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE”, en Resultados de investigación semilleros 2008 No. 24, Semillero de
Investigación Análisis de Problemas Estratégicos Contemporáneos en Relaciones
Internacionales (APECRI), Universidad Nacional de Colombia, Facultad de
Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, Bogotá, Instituto Unidad de
Investigaciones Jurídico-Sociales Gerardo Molina (UNIJUS), 2009, p. 226.
2 comentarios:
Tu artículo está lleno de perogrulladas y generalidades, se nota que desconoces mucho el asunto
Saludo, con gusto lo podemos debatirlo con argumentos. Gracias por el comentario y por su interés en mi trabajo.
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