Colombia, un país ahora declarado como de “ingreso medio alto”, gracias a
la temporal bonanza económica latinoamericana, se mantiene como uno de los países
más desiguales del mundo[1],
lo cual justifica la existencia de políticas sociales como forma de
compensación del Estado a los más desfavorecidos del sistema socio-económico.
Sin embargo, la desigualdad crónica que adolecen los países de la periferia
subdesarrollada o, como dice el sofisma: “en vías de desarrollo” -para que no
suena tan grave-, permite que se reproduzcan otras prácticas miasmicas, parasíticas,
degeneradas, propias de una sociedad civil y política simplemente enferma.
Suena muy interesante el reciente anuncio de que “el 70 por ciento de la
plata que destinará el Estado para inversión el próximo año será para atender
el tema social”[2],
que se ha roto el record de inversión social y que habrá dineros (en época
preelectoral) para tanto desempleado que anda pensando de donde sacar dinero.
Ciertamente atractivo se muestra el gobierno nacional de unidad ahora dividida.
Repartirán casas, subsidios, bonos… como en un remate de las rentas nacionales.
Bueno, tal vez eso es mejor que nada o que la corrupción o que todo el
presupuesto se vaya en “gastos de funcionamiento”.
Lamentablemente, las políticas sociales, si bien no son “malas” per se
(como piensan algunos que ingenuamente creen en ese capitalismo utópico del
libre emprendimiento o aún peor, que los pobres son pobres porque sí), se
prestan para prácticas populistas y oportunistas, términos que, valga aclarar,
no significan lo mismo. Mientras los populistas (invariablemente de derecha o
de izquierda) son líderes carismáticos
que brindan asistencia o apoyo social de forma notable y con fines de
legitimación o reconocimiento político, los oportunistas van un poco más allá,
pues son parásitos que se alimentan –de tiempo completo-de lo público con fines
más mezquinos y miserables.
Estos últimos, los oportunistas (quien se sienta aludido, me excuso por usar
tan suaves palabras) habitan en las dos orillas: los que dan, como el político,
el funcionario público, el gestor social podrido… que viven de repartir lo que
es de todos como una forma de existencia y de mantener un proyecto personal
(entiéndase negocio) que se oculta tras un caritativo rostro social; y los
otros, los que reciben, los beneficiarios parásitos, las ONG´s caza proyectos,
las iglesias… quienes con su mendicidad encuentran en el Estado o es sus fieles
su forma de subsistencia.
Antes de que se me diga desconsiderado, resentido o inconsciente, quiero
hacer una aclaración. No estoy en contra de las políticas sociales, las
defiendo; cualquier persona sensata y conocedora de la realidad social sabe que
son necesarias, independientemente de la crítica sobre la forma de
funcionamiento y la tergiversación de sus nobles fines, debate que por ahora
dejamos sin discutir. No sobra decir que la falta de políticas sociales
oportunas y adecuadas a las necesidades sociales ha sido una de las causas del
conflicto y de la dolorosa situación que lamentablemente nos es tan cotidiana.
Quiero creer que si la desigualdad crónica que padece el mundo no
existiera tampoco serían posibles prácticas oportunistas que se sirven de lo
social para sí mismas, contradiciendo la naturaleza colectiva del término. Tal vez la realidad sea que a una sociedad
como la colombiana esto no le importa, que el populismo es la forma como a la
gente le gusta la política y que el oportunismo es un valor nacional. Pero
hasta que no me convenzan de ello sugiero que pensemos en cómo acabar con el
verdadero enemigo (la desigualdad), empezando por no ser parte de la misma degradante
cadena.
[1]
Según el PNUD en su Informe de Desarrollo Humano 2011, entre 129 Estados de los
que se cuenta información, solo hay más desigualdad en Haití y Angola, ocupando
el lugar 87 en el índice de desarrollo humano. Al respecto ver: “Colombia
solamente supera a Haití y Angola en desigualdad”, en Portafolio, recuperado de: http://www.portafolio.co/economia/colombia-solamente-supera-haiti-y-angola-desigualdad
[2]
Presupuesto de inversión récord: 70% irá para temas sociales, en El Tiempo, recuperado de: http://www.eltiempo.com/politica/monto-para-la-inversion-social-en-colombia_12034362-4
2 comentarios:
El estar en la política implica dinero, estar en la política requiere votos, los votos se adquieren por medio de políticas para el pueblo (generalmente transitorias) por ende el populista es la opción, ahora como eliminar este vicio político. que la carrera política sea netamente altruista, o como en Finlandia pegamos mejor a nuestros políticos para que el dinero no sea el motivarte de tener una posición política sino realmente la misión de servir al país, así realizar propuestas reales y permanentes, no de momento e ilusorias como lo hacen ahora. que opina autor.
Antes de darle mi opinión como respuesta, le agradezco su lectura, su comentario preciso y su interrogante. En efecto, la política en el capitalismo funciona con dinero y la democracia bajo procedimientos electorales; sin embargo, critico el uso y la recepción de la política populista, mediante políticas públicas usadas como "saco de regalos" que no significan soluciones efectivas (estructurales) para los problemas sociales a los que discursivamente dicen responder. Considero que esto es un vicio político y que desde un plano normativo, la política no debería tener ese significado social; por tanto, rechazo esa práctica tan arraigada a la cultura política colombiana y abogo por una visión de la política como profesión que supere este problema (recordando a Weber y la idea de la ética de la responsabilidad) que no ponga el interés particular sobre el general, cosa que-no se si ingenuamente- aún creo es posible.
Publicar un comentario