ELECCIONES EN ECUADOR, TRIUNFO ESTRECHO DE LA IZQUIERDA
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La elección de Moreno significa
la continuidad de la Revolución Ciudadana. Pero en vez de una nueva primavera
de la izquierda, su gobierno sería más bien un otoño para ensayar nuevas
fórmulas que la lleven al verano…o la lleven al invierno.
Alexander Emilio Madrigal*
Un triunfo para la izquierda
Tras diez años de gobierno de
Rafael Correa y su proyecto de Revolución Ciudadana, el candidato oficialista
Lenin Moreno ganó las elecciones presidenciales con el 51,14 por ciento de los
votos, y con ello aseguró la continuidad del proyecto de la izquierda
ecuatoriana.
Pero el estrecho margen de la
victoria de Moreno sobre el banquero Guillermo Lasso hace difícil predecir la futura evolución del
clima político en Ecuador. Y mucho más si se tienen en cuenta la polarización
que vive la sociedad y, sobre todo, el agotamiento del proyecto político y el
desgaste del respaldo social que permitió la permanencia de Correa durante una
década.
El resultado de la segunda vuelta
electoral de hoy domingo no solo era esperado con interés por los ecuatorianos,
sino por todos los protagonistas de la política latinoamericana. La continuidad
con un gobierno de la ola izquierdista de comienzos del siglo XXI – y en
especial, de un gobierno que logró mantenerse demostrando relativa estabilidad
institucional- significa un rayo de sol para el invierno que atraviesa la
izquierda de América Latina.
Aun así, tras el triunfo de
Moreno no se vislumbra una nueva primavera
izquierdista, sino más bien un otoño (continuidad) que tendrá que
resolver definitivamente sus contradicciones, para llegar a un verano donde se
consolide una nueva experiencia de gobierno en contra-tendencia del péndulo del
poder que hoy se inclina a la derecha en casi todo el resto de América Latina.
De dónde vino Correa
Como antecedente es necesario
recordar qué había antes de la primera elección de Correa. Al igual que otros
países de la región durante la década de 1990, el Ecuador vivió la inestabilidad política resultante del proceso
defectuoso de consolidación del Estado-nación, e hizo el tránsito desde los
populismos y la dictadura militar hacia los gobiernos democráticamente elegidos
pero poco representativos.
De manera especial, Ecuador
sufría los efectos sociales del neoliberalismo como “modelo de desarrollo”
convertido en dogma tras el final de la Guerra Fría. Esto conllevó una
prolongada crisis institucional, manifiesta en la debilidad del poder
presidencial (a tal punto que el país
tuvo ocho presidentes en diez años), crisis que confirmó la
ingobernabilidad del sistema político frente a un movimiento social con
suficiente capacidad para derrocar al gobernante de turno.
En este contexto, la alternativa
para Ecuador fue la propuesta que encabezó Rafael Correa, joven economista y
académico carismático, que logró cohesionar a un gran número de actores dentro
del movimiento Alianza País (su partido político) y ampliarlo a otros sectores
en una coalición más o menos informal. Convocado alrededor de su discurso
atrayente y confrontador de la clase política tradicional y de la intervención
de Estados Unidos, las empresas multinacionales y las instituciones financieras
internacionales, el pueblo confió en un líder que supo ofrecer salida a una
situación de crisis prolongada.
La primavera
Esta fue la primavera de la
izquierda en América Latina: Chávez en
Venezuela (1999), Da Silva en Brasil (2003), Morales en Bolivia (2006) y
Fernández de Kirchner en Argentina (2007), entre otros gobernantes un poco más
moderados en sus políticas progresistas o anti-neoliberales.
La primavera se caracterizó por
un aire de cambio cuyo modus operandi fue la reforma constitucional, buscando
la “refundación del Estado” desde una perspectiva aparentemente inédita de
inclusión de sectores marginados por la política elitista tradicional. Sobre la
base de dicha “revolución constitucionalizada”, se emprendieron procesos de
nacionalización de recursos estratégicos como los minero-energéticos,
replanteando el balance entre lo público y lo privado en favor de la
financiación de políticas sociales que mejoraron la condición de ciudadanos
históricamente excluidos.
Este hecho consiguió el respaldo
ciudadano a una izquierda abanderada de lo social, sus subsecuentes
reelecciones y garantizó la continuidad de aquellas políticas en un contexto
internacional caracterizado por los altos precios del petróleo y de comodities
disponibles en la región y exportables a todo el mundo.
En el caso del Ecuador el
petróleo fue la base para sostener una política de inclusión social y desarrollo económico. Vale la pena destacar
dos aspectos de esta política:
-El primero tiene que ver con la
idea del “buen vivir”, etiqueta del modelo de desarrollo que adoptó la
“Revolución Ciudadana”, un modelo que recoge elementos de la cosmovisión
indígena y los conjuga con conceptos de desarrollo humano y sostenibilidad, en
una agenda nacionalista que también incluyó la defensa del medio ambiente.
Un buen ejemplo de este enfoque
se dio con el llamado “proyecto Yasuní ITT” que propuso al mundo mantener
indefinidamente el petróleo bajo tierra en una zona sensible de la Amazonía, a
cambio de la cooperación de los países más desarrollados. Con esto se aspiraba a compensar la utilidad perdida por
la no explotación para revertir tales recursos en proyectos de protección
ambiental.
-Un segundo elemento que vale
destacar es el proyecto de inversión en ciencia y tecnología para crear un
“Silicon Valley de América del Sur”, reformando la educación en una apuesta por
la calidad y la pertinencia de la formación superior. Esto se hizo a base de
atraer cerebros que realizaran investigaciones y de grandes inversiones en la
educación de todos los niveles. Ambos esfuerzos son parte del modelo de la
Revolución Ciudadana que Correa y su equipo empezaron a implementar con el
apoyo de gobiernos aliados.
Los tropiezos
A partir de estas y otras medidas
innovadoras, el gobierno de Correa se fue consolidando, y con el paso del
tiempo fue posible sopesar la eficacia de sus políticas, demostrando problemas y
contradicciones, por ejemplo:
Los movimientos ambientalistas de
la coalición y fuera de ella, criticaron duramente la decisión de explotar
yacimientos petrolíferos en zonas ecológicamente sensibles de un país con alta
biodiversidad, dando continuidad e incluso profundizando el modelo extractivista
de su antecesores, mientras el proyecto Yasuní ITT perdía apoyo.
También surgieron críticas
intensas por la manera personalista de manejar el Gobierno, reminiscencia del
caudillismo latinoamericano que no distingue ideología política, pues en ello
Correa coincidía con personajes de derecha como Álvaro Uribe. Esta es una
manifestación del otoño de un gobierno contradictorio pero que, debe
reconocerse, logró mantener la estabilidad institucional y la continuidad en
sus políticas, hecho poco común en la política ecuatoriana.
En la antesala de la contienda
electoral actual y una vez se decidió
que Correa no continuaría en el poder (a diferencia de otros presidentes
de izquierda que se han perpetuado en el poder), salieron a flote vatios lunares
que denotan el agotamiento del régimen. Entre estos lunares se cuentan las
denuncias de corrupción, los efectos de la caída de los precios del petróleo,
el terremoto que destruyó gran parte de la costa y sus consecuencias para el
presupuesto nacional. Correa deja además
una serie de proyectos a medio camino y una economía en problemas que exigirá
medidas impopulares por parte del nuevo gobierno.
En suma, un proyecto de país que
ya no cuenta con el respaldo ciudadano inicial y que muestra un electorado dividido
en su balance sobre los diez años de correísmo.
Las estaciones
No es posible afirmar que el
triunfo de Lenin Moreno significará la llegada paulatina de un invierno cargado de problemas irresueltos e
insolubles con el mismo recetario de Correa. Tampoco cabe predecir que este
triunfo reñido de Alianza País sea el preámbulo del fin de una era de regímenes políticos de
izquierda en América Latina. Tampoco sería sensato sostener que, pese al
agotamiento de las fórmulas de Correa, no sea posible repensar la Revolución
Ciudadana: si la izquierda ecuatoriana aprendió de sus errores y es capaz de
plantear alternativas, podría vislumbrarse una primavera con capacidad de
proyectarse sobre una región en invierno para la izquierda de principios de
siglo. Esto significa que con el gobierno de Moreno se medirá la madurez política
de la izquierda ecuatoriana.
Un proyecto de país que ya no cuenta con el respaldo ciudadano inicial.
De tal forma, el resultado de la
contienda electoral no es una primavera automática, puesto que existen
condiciones objetivas que impiden pensarlo. El estrecho triunfo puede ser el
otoño de un gobierno izquierdista e incluso su invierno si persisten las mismas
prácticas políticas y sus contradicciones.
Pero también, superando la
nostalgia de lo que ya no pasó en diez años en el poder, podría ser el comienzo
de la nueva primavera para la izquierda latinoamericana, tras el triunfo de un
líder con un nuevo aire, capaz de marcar el inicio de un verano que consolide
el modelo de la Revolución Ciudadana y que pueda sugerir el inicio de una nueva
ola izquierdista en el Ecuador, capaz de proyectarse en una región de vientos
contrarios. El clima ecuatorial actual todavía no permite decir qué estación
política puede llegar, aunque hoy el viento sople nuevamente hacia la
izquierda.
* Politólogo de la Universidad
Nacional de Colombia, Especialista en Pedagogía y Magister en Relaciones
Internacionales de la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito-Ecuador),
docente-investigador del Grupo en Seguridad y Defensa, miembro del Centro de
Pensamiento y Seguimiento a los Diálogos de Paz de la Universidad Nacional de
Colombia.
Publicado en: https://www.razonpublica.com/index.php/internacional-temas-32/10143-elecciones-en-ecuador-triunfo-estrecho-de-la-izquierda.html