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Colombia
Politólogo-Investigador de la Universidad Nacional de Colombia. Magister en Relaciones Internacionales con mención en Negociaciones Internacionales y Manejo de Conflictos,Universidad Andina Simón Bolívar.

martes, 9 de octubre de 2012

LOS DESAFIOS DE LA SEGURIDAD Y LA DEFENSA PARA VENEZUELA EN EL PRÓXIMO PERIODO DE GOBIERNO DE HUGO CHÁVEZ: Críticas y propuestas para una política pública de izquierda



Hacia la medianoche del 7 de octubre de 2012, las redes sociales comenzaron a difundir miles de comentarios sobre los resultados de la histórica jornada electoral venezolana. El triunfo del carismático presidente Hugo Chávez, paladín del internacionalismo socialista latinoamericano, líder único de la revolución bolivariana venezolana durante sus 14 años, suscitó las más variadas valoraciones que van desde la adhesión acrítica, pasando por el apoyo con reservas, hasta el rechazo y desprecio absoluto. Lo único cierto es que el sistema democrático, basado en la voluntad de las mayorías, se pronunció nuevamente declarando la permanencia de Chávez ahora hasta 2019.
Chávez despierta pasiones contradictorias que, muchas veces, no dejan ver los asuntos de la política venezolana y sus relaciones internacionales desde una perspectiva abierta al debate de las ideas. En particular, los retos de la seguridad y la defensa venezolana constituyen un sensible campo de análisis que se puede prestar a lecturas maniqueas, signadas por tendencias ideológicas y apreciaciones subjetivas, cosa que se puede evitar manteniendo una visión crítica y propositiva.
La seguridad pública de Venezuela, entendida aquí como la capacidad estatal de garantizar la vida de sus ciudadanos y unas condiciones mínimas de estabilidad social, es el campo que mayores problemas presenta a pesar de la revolucionaria transformación de los indicadores sociales[1] que refleja un triunfo sin precedentes. La percepción ciudadana de inseguridad[2] es uno de los aspectos más acuciosos para el gobierno, reflejo de la carencia de lo que se podría llamar una “visión de izquierda sobre la seguridad”, planteamiento necesario en cualquier tipo de gobierno para el manejo de toda expresión de ilegalidad que pueda afectar la convivencia y la vida humana.
Así mismo, prospectivamente la estabilidad social puede llegar a verse amenazada por el incremento de la violencia, la injusticia y la impunidad, a través de fenómenos como la delincuencia común, el tráfico de armas y narcóticos, la proliferación de pandillas y crimen organizado, los motines carcelarios, sabotajes a la producción económica… los cuales hacen presencia en la realidad venezolana. Por ello, éstos problemas de seguridad deben recibir una respuesta institucional desde la Guardia Nacional Bolivariana (no militar) desde una perspectiva democrática (con el acompañamiento de la comunidad) y de respeto de los Derechos Humanos (de carácter no represivo), aprovechando los avances en la generación de una cultura política participativa.
Por otra parte, en lo referente al campo de la defensa, pensada como el mantenimiento de los intereses nacionales ante posibles amenazas del exterior, se mantiene la línea de continuidad que encuentra en los Estados Unidos la principal “amenaza externa”, con el correlato del fantasma golpista (enemigo interno), lo cual sustenta una política exterior realista de búsqueda de equilibrio de poder y preparación para enfrentar una guerra asimétrica, a través del mantenimiento de alianzas geoestratégicas con supuestos opositores del imperialismo (vg. Rusia. Iran o China), participación en espacios regionales como el Consejo de Defensa Sudamericano (CDS), el respaldo de los países del ALBA y acuerdos paralelos con otros países de la región. Tal lectura reduccionista de la defensa de la revolución, descuida asuntos como los  fronterizos, cuyo caso emblemático es la frontera colombiana como escenario de movilización de tráficos ilegales y de actores criminales de distinta índole (paramilitares, delincuencia común, guerrillas, contrabandistas, etc.). 
Retomando la idea del antimperialismo como idea central de la defensa, así parezca una actitud paranoica de Chávez, el fortalecimiento y la modernización de las Fuerzas Armadas (en especial la Fuerza Aérea y Fuerza Naval) y la preocupación ante una eventual  invasión, responde a esa percepción de amenaza que deja de lado la apuesta por la definición de un nuevo rol (social) para las fuerzas armadas, bajo un carácter más democrático y menos guerrerista de cara a las nuevas amenazas, perdiendo terreno ante un fortalecimiento sobredimensionado de su poderío, aparejado con una doctrina de bolivarianización y militarización de la sociedad (a través de las milicias territoriales) que de no acompañarse por el debido control civil, puede llegar a autonomizarse en el mediano plazo ante la posible falta (trágica) de un gobierno que cuente con la suficiente legitimidad que le permita administrar un país altamente polarizado.
Y aunque no es objeto de este análisis reflexionar sobre los asuntos sociales, políticos o económicos que Chávez y la revolución bolivariana tendrán que enfrentar en esta nueva etapa, algunos indicadores señalan que de no apropiárselos desde una perspectiva institucional, podrían convertirse en problemas de seguridad. En lo social, si bien hay un inédito triunfo de las misiones y una lucha frontal y directa contra la desigualdad, todavía falta terreno por recorrer  y se padece de una ausencia de políticas públicas bien planificadas y de largo aliento, déficit institucional que constituye una eventual bomba social; en lo político, los resultados electorales mostraron una relativa pérdida de legitimidad en un amplio sector de la sociedad venezolana que bien puede servir para incubar una mayor polarización e ingobernabilidad; y en lo económico, no se demuestra  un giro en la histórica dependencia petrolera (economía monoexportadora)  ni la apertura hacia nuevos sectores productivos básicos, lo cual deja al país expuesto a las variaciones del precio internacional del crudo. Además, debe agregarse que esto no sería solo un problema de seguridad interna sino también de seguridad regional, en especial para los países vecinos y sus aliados regionales.
En conclusión, los desafíos de la seguridad y la defensa para la Venezuela que seguirá siendo gobernada por Hugo Chávez, son precisamente eso: desafíos políticos, retos a asumir o luchas a enfrentar, como parte de la institucionalización de la revolución socialista dentro de una nueva etapa para el inédito proyecto político izquierdista. De su atención desde medidas de política pública dependen dos posibilidades: el continuismo erosionador de la legitimidad del proyecto político chavista o los ajustes y cambios necesarios para institucionalizar las ideas revolucionarias.
Mientras pasa el tiempo que juzgará sus resultados, el panorama asoma con preocupación en el debilitado campo de la seguridad interna, a la vez que la defensa demuestra una firmeza estratégica que descuida la democratización. Así, la Venezuela bolivariana seguirá constituyendo un necesario faro de referencia para el presente y el futuro de la política de la región latinoamericana.  
Alexander Emilio Madrigal Garzón.
Politólogo Investigador


[1] “Según la Cepal, la pobreza pasó de 47 por ciento en 1999 a 27,8 en 2010. Y la pobreza extrema de 21,7 a 10,7. El analfabetismo cayó de 9,1 a 4,9 en 2011, igual que el desempleo y el empleo informal”, en Los retos de Hugo Chávez en su nuevo mandato en Venezuela, El Tiempo, octubre 7 de 2012, disponible en: http://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12287767.html
[2] “Las encuestas indican, de manera repetida y constante, que el principal problema en Venezuela es la inseguridad. En el 2011, según cifras oficiales, se registró una tasa de 50 homicidios por cada 100 mil habitantes, equivalente a 14.092 asesinatos. Pero para el Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana de Caracas, ese mismo año hubo unos 19.000 homicidios, lo que elevaría la tasa a 67 casos por cada 100.000. Las dos son cifras que igual ponen a Venezuela como uno de los países más violentos del mundo”, en Los retos de Hugo Chávez en su nuevo mandato en Venezuela, El Tiempo, octubre 7 de 2012, disponible en: http://www.eltiempo.com/mundo/latinoamerica/ARTICULO-WEB-NEW_NOTA_INTERIOR-12287767.html

martes, 2 de octubre de 2012

LAS “NACIONES UNIDAS” COMO ALGO MÁS QUE UNA ORGANIZACIÓN: Una propuesta a propósito de la 67° Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas




Finalizó el mes de septiembre con el mar de declaraciones gubernamentales en el 67° periodo de sesiones de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), evento diplomático institucional de mayor importancia en el orden contemporáneo. Y, ¿cuáles son sus resultados? Aparte del desfile de personalidades mundiales, genios y carismas políticos, tendencias contradictorias y propuestas varias que no encontrarán forma de materialización, los resultados son los mismos: el performance de virtudes y problemas de las naciones del mundo y una retórica declaración diplomática final.
El desencanto frente a los escasos resultados de las asambleas, encuentros, convenciones internacionales o sus equivalentes, da cuenta de la ineficacia de estos mecanismos institucionales para la gobernanza mundial. Sin embargo, ¿cuáles son las alternativas? Desde la fundación de la Sociedad de las Naciones en el periodo de la post Gran Guerra (1919), la organización pretendió ser un foro de dialogo internacional, aspecto a rescatar por su carácter democrático y abierto a la gestión conjunta de los problemas mundiales, pero que, desde su espíritu liberal, negó el problema realista de las asimetrías de poder como lo hace el capitalismo y su discurso de la libre competencia y la igualdad formal.
Sería ingenuo pensar que las diferencias de poder no se marquen en la participación en los asuntos y en los organismos internacionales. Incluso institucionalmente existen “trampas” a su supuesta democracia como queda en evidencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, como aquella “sala del lado”, un poco más discreta y cerrada, en donde si se discute sobre los asuntos acuciantes de la coyuntura geopolítica. No obstante, incluso en espacios tan exclusivos como el Consejo de Seguridad, no se decide nada, puesto que las medidas a tomar muchas veces han sido predestinadas por la mano invisible que ordena el mundo, la cual podríamos designar con cientos de nominaciones variables como las de multinacionales, corporaciones, mafias, coaliciones, etc. grupos de interés que mueven la política desde la clandestinidad.
Ahora bien, no se trata de asumir una posición ambigua en la cual por un lado se critique la ineficacia de éstos espacios y por otro se nieguen sus posibilidades; simplemente, el reproche apunta a que los espacios institucionales del orden liberal internacional vigente (como la emblemática ONU), deberían ser algo más que una organización. Es decir, no se trata de dejar que las cosas se resuelvan por sí solas en una situación de anarquía global incapaz de autorregularse (ideología absurda e irresponsable), sino de hacer realidad la idea de “Naciones Unidas”, título que tiene un significado profundo, pero que hoy parece haberse olvidado por completo, por lo menos en el seno de todos los Estados que participan como borregos obedientes, sin crítica constructiva alguna y sin buscar alternativas posibles.
Fuera de caer en la ingenuidad del idealismo o en la crudeza realista, la idea del concepto de “Naciones Unidas” es una posibilidad real para el ejercicio de un nuevo poder global. El relacionamiento entre naciones (por el canal que sea),  entendido como la interacción de conjuntos de comunidades plurales en dialogo en torno a intereses comunes (como los movimientos sociales), puede llegar a constituirse en una nueva forma de integración y fijación de posiciones comunes. Así, la unión sería algo más que un tenue pegamento institucional para llegar a ser una esfera de acción desde una perspectiva más amplia y democrática.
Tal propuesta puede sonar más ingenua que las respetables declaraciones diplomáticas o las palabras finales de la Asamblea General de la ONU, pero podrían llegar a ser un mecanismo más eficiente para la toma de decisiones globales. Esto implica crear posiciones conjuntas a través de bloques o grupos de países por regiones, que luego se sumarían a las propuestas de los demás miembros partícipes, y que, sumando fuerzas, podrían llegar a presionar y hacer valer los principios enunciados de la democracia en la Carta de la ONU.
Obviamente, la propuesta deberá ser agenciada por los países del sur o emergentes, por los movimientos sociales o por la sociedad civil organizada, para que rescatemos conjuntamente el ideario práctico del no alineamiento al poder dominante, cuya hegemonía se encuentra cada día más debilitada, y así nos decidamos colectivamente a tener un protagonismo efectivo en la redefinición de los asuntos de orden internacional.   


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